Después de tantos días recurro a este teclado que me acompaña cada vez que puedo, siento, creo que tengo algo que decir. O mejor dicho.. averiguar, saber, porque el acto de escribir es pensar con los dedos un poco, desagotar palabra a palabra, letra a letra el inconsciente.
Querido amigo, no encuentro la paz en donde estoy, mas allá de toda esa basura publicitaria. No lo crea, es todo una mentira de los vivos para no extrañarnos, una hipótesis tranquilizadora que no hace mas que amortiguar el golpe de la verdad.
Querido Manuel, después de la muerte ya no hay nada. No se oye nada. No se ve nada. Estas palabras no existen más que en su pensamiento. Soy un artilugio de su fe.
Querido amigo, ya no existo ni siquiera muerto. Peor que lo malo es mi situación y sin embargo aquí me tiene para que a usted, Manuel, no le falte la palabra, el diálogo que lo arrulle antes de dormir.
Pero mi paz, esa que he perdido, en alguna parte está y vaya tontería que ni de este lado ni del suyo he podido tenerla para mi. Quizás, querido hermano, sólo en sus respuestas sea que yo pueda descubrir algún sosiego.
Extrañar es una cárcel, no escribir es indecoroso en esos casos. En cada palabra que se suma a la otra voy de a poco recuperando aquello que no sabia que buscaba.
Giovani
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