Mi querido amigo
He despertado esta mañana con una pregunta. Gracias a Dios, era una muy gentil y agradable, ya que no recuerdo en absoluto el haberme acostado con ella anoche. Así es que desayunando juntos como buen pastor que soy, (no podía echarla de inmediato) fue que nos pusismos a conversar, tal como suele suceder cuando uno responde a los interrogantes de una pregunta con buena disposición. Distinto hubiese sido si hubiese despertado con una pregunta retórica. Nunca me pasó.
A lo que iba. Este episodio que ya he dado por terminado siendo las 11:00 hs de la mañana, horario más próximo al almuerzo que al desayuno, me ha traído a la mente el nombre de su persona, y acto seguido, como es de suponer, su imagen toda. Y así como se da por lo general en la vida donde una cosa lleva a la otra, me he encontrado haciendo cuentas de hace cuanto tiempo que no se nada de Usted. Debería explicarle también, que entre tanto pensamiento acumulado por el paso del tiempo aún no alcanzo a distinguir con detalle si el que escribe estas lineas soy yo, o al revés. Sabe a lo que me refiero. Creo que dejaré que el trascurso de mi carta propicie el final más adecuado. de cualquier manera, tanto Usted como yo me caen muy bien.
Quisiera entonces, una vez más regresando al centro de la cuestión, conocer las últimas novedades de su vida, su condición actual, sus alegrías y por qué no, y acaso quizás haya que reconocer que son las más interesantes, sus miserias y preguntas existenciales que tanto me deleitan, a pesar de que es Usted quien las acarrea, lo cual contradice lo anterior.
Terminando, es por lo tanto que estando próximos al último mes del año, y siendo que es costumbre acercarnos a quienes queremos, coincido, fíjese, en escribirle estas líneas. Será que cada vez me parezco más a una persona común... quien sabe.
Un gran abrazo
Manuel
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